A veces vale la pena arriesgarse. No tener miedo. Saber lo que quieres e ir a por ello. Lanzarse al vacio, y que de lo mismo si llevas paracaidas o no. Es la mejor manera de disfrutar al máximo la vida. Los momentos. Y recordar casi todo con una sonrisa.
Porque si caes, la caida es dolorosa. Y las cicatrices nunca desaparecen del todo. Pero en el fondo lo que nos ha hecho como somos es la genética y todas las veces que hemos caido, todas las heridas, el dolor, el afan de superación, el levantarse después, las sonrisas cuando todavía duelen en la cara y las pocas veces que ganamos. Somos lo que hemos perdido. Y todo lo que hemos ganado. Así que vivir al límite, jugarsela, es saber que caerás en un sinfín de ocasiones, pero que la vez que ganes, estarás tan arriba que habrá valido la pena los golpes por el camino.
Y si para que podamos estar así, yo he tenido que caer, aprender, levantarme, luchar, lanzarme al vacio, volver a caer,... creo que ha valido la pena. Porque haces que mire a la vida con una sonrisa. Porque ya siento que formas parte de mi, y que en estos ínfimos momentos que hemos pasado, ya me has enseñado.
Y espero poder seguir aprendiendo, disfrutando, saboreandote, riendo y llorando a tu lado.
Gracias por devolverme la sonrisa